En homenaje a un par de libros deliciosos, El mensajero sideral, de Galileo Galilei, publicado en 1610, y Conversaciones con el mensajero sideral, inmediata respuesta apasionada de Johannes Kepler, se cuenta la bella historia del telescopio y del cambio de paradigma que confirmó, tras las intuiciones de Copérnico y Giordano Bruno.
Johannes Kepler utilizó la magna obra astronómica de Tycho Brahe para describir el movimiento elíptico de los planetas en sus órbitas alrededor del sol y formular sus leyes matemáticas del movimiento y, tras la confirmación empírica del sistema heliocéntrico copernicano por parte del ojo sideral de Galileo Galilei, los astrónomos y otros científicos y pensadores empezaron a ver el mundo con una nueva mente terrenal y empírica, que ya no dependía de la superstición, la tradición o la teología.
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